Autor: Luis Aparicio Sanz
La adicción al trabajo resulta difícil de identificar puesto que, en nuestra sociedad, para muchos es la única forma de conseguir el éxito y suele conllevar recompensas económicas (Fossum y Mason, 2003), logrando a menudo, a diferencia de otras adicciones, consenso familiar y social (Burin, 2007). No obstante, una “pasión” por el trabajo no implica siempre una adicción, también puede ser una inversión en un trabajo o carrera estimulante que se realiza disfrutando de dicha actividad. El problema viene cuando esa dedicación al trabajo es excesiva reemplazando las relaciones personales y el sujeto no puede dejar de pensar en sus proyectos de trabajo, no sólo cuando está trabajando sino también cuando termina la jornada laboral y se encuentra en su tiempo libre. Cuando alguien centra toda su autoestima e identidad en su trabajo quiere decir que éste se ha convertido en una adicción (Fossum y Mason, 2003).
De una revisión de las definiciones propuestas por diversos autores, se puede establecer que el adicto al trabajo se caracteriza por una excesiva dedicación laboral, sacralizando la actividad laboral como el único fin de su vida, con desinterés por todo lo que no sea su trabajo e incapacidad para dejar de trabajar (Alonso-Fernández, 2008; LLaneza, 2009; Polaino-Lorente, 2003; Salanova, 2007), siendo los criterios que lo definen los siguientes:
1.Extrema actitud laboral.
2.Dedicación excesiva en tiempo y esfuerzo.
3.Un cierto trastorno compulsivo e involuntario a continuar trabajando (criterios inclusivos).
4.Un desinterés general por cualquier otra actividad (ocio, familia, deportes, amistades, etc.), que no sea la estrictamente laboral (criterio exclusivo).
Las características más destacables son (Llaneza, 2009):
•Sentir preocupaciones agobiantes durante el fin de semana.
•Incapacidad para tomarse vacaciones o descansar.
•Imposibilidad de abandonar al final de la jornada un trabajo inacabado.
•Ponerse nuevos trabajos para realizar en los periodos de descanso.
•Ser incapaz de rechazar ofertas de trabajo adicional.
•Experimentar que el tiempo pasa muy rápido cuando se trabaja.
•Ser competitivo en cualquier actividad.
•Mirar impaciente el reloj.
•Ser acusado por los familiares y amigos de que dedica más tiempo al trabajo que a ellos.
•Experimentar cansancio e irritabilidad si no se trabaja durante los fines de semana.
•Quedarse el último en la empresa.
•Evitar la delegación.
•Limitar las lecturas a temas laborales.
•Tener problemas para relajarse.
•Trabajar con tensión.
•Comunicarse mejor en la empresa que fuera de ella.
Fernández-Montalvo y López-Goñi (2010), sintetizan lo expuesto por otros autores, señalando que las características que definen dicha adicción son:
a) Implicación elevada en la actividad laboral.
b) Impulso a trabajar debido a presiones personales o internas.
c) Poca capacidad para disfrutar de la tarea realizada.
d) Búsqueda de poder o prestigio.
También recopilan las principales señales de alarma en relación con la dependencia del trabajo que son las siguientes:
1. Prisa constante y ocupación continua. Los adictos al trabajo tienen un sentimiento constante de urgencia de tiempo, así como la necesidad de estar implicados en un mínimo de dos o tres tareas simultáneamente y de rechazar actividades no directamente productivas.
2. Necesidad de control. La rigidez de pensamiento lleva a planear y organizar excesivamente todo lo que acontece, de forma que todo sea predecible y controlable. No es frecuente la delegación del control en otras personas.
3. Perfeccionismo. El miedo al fracaso impone un control estricto, un alto nivel de exigencia y una intolerancia a los errores.
4. Dificultades en las relaciones personales. Al estar los sujetos constantemente inmersos en el trabajo, no hay apenas espacio para las relaciones interpersonales, que se consideran como una pérdida de tiempo.
5. “Embriaguez” de trabajo. Es frecuente la alternancia de etapas de sobreimplicación en el trabajo -similar a un episodio de embriaguez- con otras de reducción drástica del nivel de actividad -como la resaca tras una borrachera-, que es resultado de un agotamiento patológico y de una falta de descanso, tanto físico como intelectual.
6. Dificultad para relajarse y divertirse. El ocio se percibe como una pérdida de tiempo. Las lecturas, por ejemplo, suelen estar relacionadas con temas profesionales. La obsesión por hacer cosas, en lugar de relajarse y disfrutar, es asombrosa.
7. Pérdidas parciales de memoria. Son fruto del agotamiento y de la atención simultánea a muchos asuntos. No son infrecuentes los olvidos de fechas y temas relacionados con la vida familiar y social (aniversario de boda, cumpleaños de los niños, etc.).
8. Impaciencia e irritabilidad. Al ser el tiempo una posesión muy preciada, carecen de paciencia y se irritan fácilmente si se les hace esperar o se abordan temas en una conversación que no son directamente de su interés.
9. Déficit de autoestima. El sentimiento de baja autoestima les conduce ansiosamente a la obtención de logros, que consiguen aumentar, pero sólo transitoriamente, los sentimientos de valía personal.
10. Inatención a las necesidades de salud. Son frecuentes una amplia variedad de problemas físicos (obesidad, consumo excesivo de alcohol, tabaquismo, hipertensión, etc.), así como un descuido de las necesidades personales de salud (horas de sueño, descanso regular, chequeos periódicos, etc.).
Evolución progresiva del enganche adictivo al trabajo
Según Alonso-Fernández (2008), el proceso progresivo de la adicción al trabajo suele atenerse a la ordenación jalonada en las cuatro secuencias siguientes:
•Estadio inicial: comportamiento despótico con la familia y los subordinados y entrega total al trabajo persiguiendo un interés personal. La manifestación más relevante es la de dedicar todo su tiempo al trabajo y prodigar a las personas que dependen de él un trato brusco y autoritario.
•Estadio del cuadro de estado: síndrome de estrés asociado con el descenso de la capacidad laboral, pronto convertido en un estado depresivo anérgico. En esta segunda secuencia, concomitante con el descenso de su rendimiento laboral, se erosionan las relaciones con los jefes y los compañeros y aparece el cuadro clínico del síndrome de estrés, que el propio adicto trata de corregir recurriendo a la automedicación o a las drogas. El síndrome de estrés, integrado por sintomatología psíquica, vegetativa, analítica y laboral adopta con relativa prontitud la forma de una depresión anérgica. El cuadro clínico de este estado depresivo parcial está integrado por elementos de apatía y astenia. El sujeto no se siente triste sino habitualmente cansado, agotado o aburrido. El rendimiento laboral experimenta un profundo descenso y se acumulan los errores y la propensión a los accidentes.
•Estadio de las complicaciones: trastornos psicosomáticos, adicción o abuso de drogas (alcohol, tabaco, cannábicos, anfetaminas u opiáceos), adicción social (sobre todo al juego o al sexo) o automedicación anárquica estimulante por el día y sedante por la noche. En esta tercera secuencia aparecen otras adicciones químicas o sociales y de trastornos psicosomáticos sobre todo digestivos, al tiempo que se acentúa la sintomatología depresiva y en una alta proporción de casos el estado depresivo se vuelve total, o sea, tetradimensional.
•Estadio final: cuadro cardiológico o cerebrovascular. La progresión culmina en algunos laboroadictos en la cuarta secuencia, caracterizada por la presentación de una crisis coronaria aguda (una angina de pecho causada por un trombo lábil o un infarto de miocardio determinado por un trombo extenso y duradero), un accidente cerebrovascular o incluso una muerte repentina. Puede mantenerse la sospecha de que el 20% de los enfermos coronarios interviene como la causa fundamental de su cardiopatía isquémica la adicción al trabajo instalada en una fase evolutiva muy avanzada. La plataforma para la irrupción de una enfermedad coronaria aguda (angina, infarto) no puede ser entonces más propicia, dada esta conjunción de factores de riesgo: el género masculino, la obesidad o el aumento de masa corporal, el sedentarismo, la conducta alimenticia hiperfágica, el estado mental integrado por el síndrome de estrés o la depresión anérgica, la hipertensión arterial, la aceleración del ritmo cardíaco (por descarga adrenérgica), el aumento del colesterol global, la elevación de las lipoproteínas de baja densidad, el exceso de triglicéridos, la tasa de glucemia diabética o diabetoíde, el abuso de fármacos o drogas, el consumo de tabaco o un programa de vida inadecuado o irregular.
Tipología
Naughton (1987, citado en Llaneza, 2009) distingue cuatro tipos de adictos al trabajo en función de dos variables: compromiso con el trabajo y obsesión-compulsión.
•Ergomaníaco comprometido: que puntúa bajo en obsesivo-compulsivo; dedica muchas horas al trabajo, con mucha motivación por los objetivos; asume los desafíos; está muy satisfecho con su trabajo y le presta poca atención a las demás cosas.
•Ergomaníaco compulsivo: alta puntuación en dedicación y en obsesión; suele tener dificultades para relacionarse con los compañeros y subordinados; son personas muy impacientes, llenas de manías o pautas, entienden que las actividades sociales y familiares son un enojo y no tienen adecuación entre el puesto que ocupan y las horas que dedican a su trabajo.
•No ergomaníaco compulsivo: baja puntuación en dedicación y alta en obsesión; considera el trabajo como algo que hay que llevar a cabo pero se compromete de manera obsesiva con actividades fuera del trabajo (hobbies, deportes, etc.).
•No ergomaníaco: baja puntuación en las dos variables; no busca el logro personal a través del trabajo, se desentiende de él cuando acaba su jornada establecida; su motivación la encuentra fuera del trabajo.
La adicción al trabajo no solo perjudica las relaciones familiares y sociales de la persona, también puede llevar a enfermar y a la muerte, o al suicidio. De hecho, en Japón, a finales de los 90, la palabra Karoshi, que significa “muerte por agotamiento debido al exceso de trabajo”, se acuñó como “término médico social que comprende los fallecimientos o incapacidades laborales de origen cardiovascular -como accidente cerebro vascular, infarto de miocardio o insuficiencia cardiaca aguda- que pueden producirse cuando el trabajador se ve sometido a una intensa presión de trabajo” (Llaneza, 2009).
Por otra parte, la adicción al trabajo tiene también su impacto sobre el resto de miembros de la familia con la que convive el adicto. Algunos autores (Robinson y Kelley, 1998, citado en Del Líbano, Llorens, Schaufeli y Salanova, 2006b) señalan que “los padres adictos al trabajo crean un ambiente familiar que incrementa la probabilidad de generar problemas psicológicos en los hijos, como mayores ansiedad y depresión”. Además, “las parejas de los adictos al trabajo (las esposas, concretamente) se sienten ignoradas, solas; relegadas a las demandas de los adictos, controladas, necesitadas de atención, consideran que su relación es demasiado seria y se sienten culpables e inseguras respecto de su propia salud mental” (Robinson, 2000, citado en Del Líbano, Llorens, Schaufeli y Salanova, 2006b).
¿Las empresas fomentan la adicción al trabajo?
Según el Instituto Nacional de Administración Pública (2005), al contrario de lo que suele suponerse, “cada vez son más las empresas que tratan de disuadir a quienes padecen esta adicción. La razón está en que las organizaciones prefieren contar con empleados capaces de mantener un equilibrio entre sus distintos ámbitos vitales”.
No obstante, hay empresas más rígidas o menos flexibles, que tienen una cultura de trabajo obsesivo, para las que “trabajar” un gran número de horas (cultura de presencia) significa tener una alta dedicación al trabajo e implica una mejor promoción profesional. Cuando alguien se va del trabajo a la hora de salida que corresponde según su horario laboral, estas empresas lo interpretan como una falta de motivación que, en ocasiones puede ser penalizada haciendo más difícil la promoción profesional. En este tipo de empresas, los altos ejecutivos son determinantes para fomentar esa “cultura de presencia”, que no significa que sea más productiva sino más bien al contrario, debido a sus hábitos de trabajo y sus exigencias sobre los subordinados, lo que acaba generando la adicción al trabajo entre muchos de sus empleados, puesto que convierten a los adictos al trabajo en modelos a seguir por el resto de sus compañeros, en lugar de recomendarles que traten su adicción para conseguir un equilibrio en su vida que les permita incrementar su productividad sin olvidarse de su familia, amigos y aficiones.
El desequilibrio entre el ámbito profesional y el personal, además de perjudicar la productividad laboral, puede llegar a provocar problemas muy importantes, tanto en la salud (estrés, depresión, etc.) como en las relaciones familiares (escasa dedicación a los hijos y a la familia) y sociales (abandono de amigos y de todo tipo de relaciones sociales que no tengan que ver con el trabajo).
Para evitar esto, las empresas deben racionalizar los horarios para lograr la conciliación entre la vida personal, familiar y laboral, mejorando de esta forma su calidad de vida, lo que acabará repercutiendo, a la larga, en la mejora de la productividad de las empresas que cambien esa “cultura de presencia” que tanto perjudica a los trabajadores y, de rechazo, a las empresas.
Actualmente, a pesar de lo que hemos visto que recomienda el Instituto Nacional de Administración Pública (2005), en España todavía nos encontramos con demasiadas empresas que fomentan esa “cultura de presencia”, con demandas laborales que pueden potenciar la adicción al trabajo (Del Líbano, Llorens, Schaufeli y Salanova, 2006a), en detrimento de la vida personal de sus trabajadores, lo que últimamente puede haberse incrementado debido a la crisis económica que estamos viviendo y que lleva a los trabajadores a no oponer resistencia, por temor a perder su trabajo, ante las presiones de los ejecutivos adictos al trabajo que pretenden “contagiar” a la fuerza su adicción a todos sus subordinados. Probablemente a esos ejecutivos les iría bien leer lo que señalan Lopera y Bernal (2005):
“La principal diferencia entre una persona que ama su trabajo y un adicto, es su motivación. Una persona equilibrada, aunque tenga un gran volumen de trabajo nunca se olvida de su tiempo libre, cultiva sus relaciones personales y familiares y mantiene sus aficiones. Por ello, busca métodos de trabajo que le optimicen el tiempo, que lo hagan más eficaz en la toma de decisiones y que le permitan manejar lo urgente y lo importante. Esa eficacia es lo que hace de él un buen profesional (…)
Es importante no confundir la motivación por el trabajo duro con la adicción al trabajo. No todo adicto al trabajo presenta una sana motivación. Puede que esa adicción sea un escape para ocultar problemas personales o evadir problemas familiares. Para el adicto al trabajo su profesión lo es todo, pero a menudo es infeliz en su muy escasa vida privada.”
Tal vez esos ejecutivos deberían preguntarse de qué problemas personales o familiares están huyendo e intentar solucionarlos, en lugar de pretender que sus subordinados acaben teniendo también problemas por tener que sacrificar su vida personal al verse obligados a dedicar casi todo su tiempo a la empresa. Si realmente, como suelen afirmar, lo hacen para mejorar los resultados de su empresa… están haciendo lo contrario de lo que sería eficaz para lograrlo.
¿Hay aspectos positivos en la adicción al trabajo?
Muchas de las investigaciones realizadas han encontrado que la adicción al trabajo se caracteriza sobre todo por un patrón negativo, predominando variables como la ansiedad (Porter, 1996, citado en Del Líbano, Llorens y Salanova, 2007), pero también encontramos algunas investigaciones que destacan los aspectos positivos de la adicción al trabajo y que conviene mencionar.
Del Líbano, Llorens y Salanova (2007), han obtenido resultados que ponen de manifiesto que “los adictos al trabajo en general presentan un patrón caracterizado por el bienestar (con puntuaciones significativas en satisfacción, interés, dedicación y placer, entre otros)”, aunque en otro estudio se había confirmado que “los adictos al trabajo son los menos satisfechos fuera de su vida laboral” (Del Líbano, Renedo, Llorens y Salanova, 2005). Por ello, se preguntan si es mejor fomentar dicha adicción para aprovecharse de sus consecuencias positivas o, por el contrario, tratar de prevenirla para que no lleguen a desarrollarse sus efectos adversos.
La clave, que nos aclara el bienestar de los adictos al trabajo encontrado en algunas investigaciones, nos la proporcionan Del Líbano, Rodríguez, Llorens, Cifre y Salanova (2006), que explican cómo ese bienestar que puede sentirse en un principio cuando se trabaja en exceso, acaba más adelante desembocando en un fenómeno de naturaleza negativa, la adicción al trabajo. Estos autores indican que las características de las personas que están en flow (una experiencia óptima, extremadamente disfrutada en la que se experimenta total concentración y disfrute, con un alto interés por la actividad) son las siguientes:
•Absorción en su trabajo: hace referencia al estado de total concentración, donde los empleados están totalmente inmersos en su trabajo, sienten que el tiempo vuela, y olvidan lo que pasa a su alrededor. Se encuentra presente en muchos casos de adicción ya que sería la responsable de que el adicto pueda desempeñar su trabajo en cualquier momento y lugar sin ser consciente del paso de las horas.
•Disfrute con lo que hacen: es el sentimiento positivo que ocurre cuando el desempeño de una actividad está lleno de placer, divertimento y la realización de la tarea proporciona al individuo sentimientos de satisfacción. También puede estar presente en el inicio de la adicción al trabajo, donde el mero hecho de realizar la actividad le pueda suponer al empleado un grado de placer elevado.
Como vemos, el flow (o fluir) y la adicción al trabajo, tienen cierta relación que lleva a pensar que los adictos al trabajo, en un principio, han podido ser trabajadores que han experimentado flow de forma continuada, aunque en el desarrollo de dicha adicción también pueden influir otros factores. Estas experiencias positivas iniciales, debido a sus fuertes dosis de recompensa, harían que el trabajador dedicase más horas a su trabajo, aunque al principio sería capaz de desconectar al final de su jornada laboral y dedicarle tiempo a su vida privada (familia, amigos, aficiones…). Posteriormente, llega un momento en el que el trabajador ya no trabaja para experimentar esos episodios de placer sino para evitar sentirse mal, puesto que necesita reducir la ansiedad del impulso de trabajar, es decir, el trabajo se habría convertido en una adicción que aleja al adicto de lo que sería un buen trabajador o un “trabajador saludable” que, aparte de su rendimiento en el ámbito laboral, debe tener una buena calidad de vida (laboral y en su vida privada).
Remedios para la adicción al trabajo
Alonso-Fernández (2008), advierte que “el adicto al trabajo es un enfermo de recuperación muy difícil”, enfrentándose con dos escollos fundamentales que se oponen al tratamiento:
1.Resistirse a aceptar el inicio del tratamiento, puesto que no se reconoce a sí mismo como enfermo.
2.La conducta del sujeto rígida o anárquica que le impide efectuar un adecuado seguimiento de las prescripciones terapéuticas y adaptarse a la remodelación de su estilo de vida.
Si el adicto al trabajo logra vencer ambos escollos, se afianza la expectativa de obtener un resultado terapéutico favorable.
El tratamiento del adicto al trabajo se sistematiza en una intervención triple:
1.La farmacología se encargará de aportar productos de tres tipos: estimulantes del sistema serotoninérgico, productos antiadictivos (naltrexono, acamprosato, topiramato, fluoxetina en dosis alta) y sustancias facilitadoras del autocontrol.
2.La psicoterapia, con una técnica comprensiva híbrida integrada por las modalidades cognitivo-comportamental, adleriana y existencial.
3.La socioterapia, para conducir a una distribución adecuada del tiempo y a una reorganización del plan de vida, en cuya tarea puede colaborar alguna asociación de autoayuda.
La comprensión del adicto al trabajo, escuchándole y tratando de captar sus motivaciones, lleva al enfermo a comprenderse a sí mismo e incluso a automentalizarse considerándose como un enfermo apresado por una conducta adictiva patológica.
El diseño del tratamiento debe personalizarse, teniendo en cuenta la personalidad, el ambiente, la fase evolutiva de la adicción y el tipo de complicaciones; siendo estos factores muy diferentes de unos individuos a otros, por lo tanto los tratamientos también deberán ser distintos. Sin embargo, algo esencial y válido para todos los individuos es que “sin un profundo cambio del estilo de vida laboral, el tratamiento nunca alcanzará un punto de efectividad suficiente. Por ello, hay que dedicar una especial atención a confeccionarle una agenda de actividades ajenas al trabajo, como la dedicación a la familia y a los amigos, el paseo o el deporte, algún pasatiempo, la lectura o la participación en actos culturales”.
Cuando se inicia el tratamiento del adicto al trabajo, se debe indagar para tratar de detectar sintomatología expresiva del síndrome de estrés o del estado depresivo y de sus posibles complicaciones, como el abuso de alcohol o de otras drogas y el trastorno psicosomático. Si se verifica la presencia de alguno de estos trastornos, además de las medidas generales señaladas, habrá que añadir el tratamiento específico correspondiente.
Referencias:
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Del Líbano, M., Llorens, S., Schaufeli, W.B. y Salanova, M. (2006a). Adicción al trabajo: concepto y evaluación (I). Gestión Práctica de Riesgos Laborales, (27), 24-30. Obtenido el 16 de febrero de 2010, de http://bscw.uji.es/pub/bscw.cgi/d315876
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Del Líbano, M., Renedo, M., Llorens, S. y Salanova, M. (2005). ¿Existen relaciones significativas entre adicción al trabajo y satisfacción? Fòrum de recerca, 9. Publicaciones Universitat Jaume I. Obtenido el 16 de febrero de 2010, de http://www.uji.es/bin/publ/edicions/jfi9/psi/12.pdf
Del Líbano, M., Rodríguez, A.M., Llorens, S., Cifre, E. y Salanova, M. (2006). Adicción al trabajo y Flow: una relación conflictiva… Riesgo Laboral, (14), 34-37. Obtenido el 16 de febrero de 2010, de http://bscw.uji.es/pub/bscw.cgi/d331223
Fernández-Montalvo, J. y López-Goñi, J.J. (2010). Adicciones sin drogas: características y vías de intervención. FOCAD. Formación Continuada a Distancia. Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos, 8(2).
Fossum, M.A. y Mason, M.J. (2003). Familias adictas y abusivas en recuperación. México D.F.: Pax México.
Instituto Nacional de Administración Pública (2005). España, en hora europea. Madrid: Fundación Independiente.
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